miércoles, 11 de mayo de 2011

SOLO RUBEN PINAR Y EXTRAODINARIO PAR DEL SUBALTERNO DE SU CUADRILLA ANIMARON LA TARDE EN LA SEGUNDA DE FERIA DE SAN ISIDRO

CRÓNICA.- Pobre balance en la segunda de feria, una ovación a Pinar

La buena educación

Javier Hernández tomado de burladero.com
La buena educación es aburrida. Es cosa correcta, pero aburrida. Lo decían las vecinas de al lado, dos puretas con ínfulas de jovenzuelas en edad de merecer. La una prefería a Uceda, percha elegante, pulcra, imagen y semejanza de un torero de pintura. La otra, la de la mini y botas altas a sus cuarentaytantos, prefería a Abellán, con sus pelos de hombre libre y su sonrisa canallesca.
Ninguna de las dos se fijó en Pinar. Veían más por la foto del programa que por lo plantado en el ruedo. "Uceda Leal es guapo, pero tan alto, tan esbelto, tan fino, tan remilgaldo, que empalaga. Fíjate en Abellán, no me digas que ese descaro no te pone", decía la brava. Terminó convencida la más discreta. De Pinar, nada de nada, ni como sobrino lo querían.
La buena educación, las formas correctas, son para las suegras, que los prefieren así, formalitos y notarios, a poder ser.
Los ganaderos de Vellosino también deben de querer los bravos y pelín descarados, con la chispa del chuleta castigador. Pero no. Los vellosinos salieron educados, correctos, pulcros, embistiendo con tan buenas formas y educación que solo el falsote y dormido tercero tiró una mala cornada, y le tocó al indeseado Pinar.
El correctísimo Uceda salió vestido de la aguja, sobrio gris de pizarra y pura plata recargada. Siempre fiel al libro de los cánones que nadie escribió y son patrón de los buenos buenísimos aficionados. Remolino abrió tarde, negro como todos, con cuerpo y cinco marzos cumplidos. Y embistió por la diestra tan educado como fue el trato que le otorgó el elegante Uceda. Por la zurda, simplemente, ni aguantaba, como que no era su perfil de foto.
Torea de libro, tiene figura de clavel y todo el porte. Tanta educación, tanto torear correcto, tanto embestir sin la posible rebelión del canalla hizo que las esperanzas quedaran puestas en Abellán. "Tenías razón, chica. Como que llega agobiar tanta dulzura y perfección", sentenció la discreta mientras desabrochaba el tercer botón de su blusa.
Salió Abellán, segundo en turno. También Tinajero, toro de Madrid sin estridencias, que sacó astillas con descaro al rematar en el burladero del 10. También canallesco y pelín tosco es el siempre brillante Chano que, como no, saludó tras un ajustado par. La tarde se iba a arriba. Un canalla, un toro con su aquel, el tercer botón desabrochado y ese tío que se planta en los medios con la roja plana bien planchá.
Treinta metros separaban a Tinajero de Abellán. Allá que se fue el de negro. Iba y venía presto, abriéndose, con ritmo y cierto son. Pero ni Miguel sacó el canalla que ellas ansiaban ni Tinajero el fondo y el empuje que precisa Madrid para estallar.
La cosa quedaba en manos del más nuevo, del que ni para sobrino querían las dos recién  decepcionadas. Llevaban razón. El sobrino se pasó los cánones clásicos por allí, cogió los más modernos de trastear sin alma y, para colmo de sus males, lo hizo frente al toro de la mala educación, el único que tiró cornada a destiempo por remiso y paradote, una cornada con mensaje: quítame de aquí estas pajas, chico.
El cuarto ni existió, por tonto de baba en sensaciones trasmitidas. Tal es así, que la discreta que miraba a Uceda con ojos de querer terminó por sentenciarlo: "Es un sosito más". Y, para culminar el sopor, esta vez no sacó su siempre certera espada.
Al quinto, un armario de vestidor hasta el techo, alto y largo con cara armónica, joven él, con sus cuatro marzos recién cumplidos, le dieron estopa por doquier. Tal vez el toraco insultara por lo bajini, porque a las claras parecía un bien educado más. El Jabato, que montaba percherón en la puerta, lo arrinconó contra las tablas y le dio su merecido, porque a ningún por si acaso terminaron de joder. Abellán, con el semoviente que le quedó, se puso largo rato sin vislumbrar un por qué.
Y el sobrino ya había perdido a sus dos negadas tías, que se fueron con descaro a por emociones verdaderas, pues ni el finísimo Uceda ni el canalla Abellán le regalaron lo que buscaban. Pero el mansito sexto sirvió de paga dominical al sobrino Pinar. El torito, largo y de menos carnes que los otros, tuvo su gracia en ese tumbar la cara a la hora de muleteo, amén del ritmo y la infinita nobleza que conlleva la buena educación. Tardó en verlo Rubén, que decidió despertar a todos con una regiomontana de ajuste y rabiosa llamada de atención. Luego dejó la muleta como pantalla, giró talones para esconder la pierna de apoyo, pulseó en circular despegado y pareció maravilla entre la poca gracia que allí se vio.
Las dos puretas se lo perdieron. Aún sin espada certera, la sonrisa de un joven, más listillo que torero de amplia galanura, hay ratos que hasta te pueden servir. Maleducadas ellas que se fueron. 
Ficha del festejo
Plaza de toros de Madrid. Lleno con algunos claros y calor. Toros de Vellosino, bien presentados aun con disparidad de pesos y edades, pues fueron desde los 527 a los 618 kilos del quinto. Noblotes en general, sosos y sin demasiado celo. destacó por su prestancia a los cites el segundo, que fue a menos, y por su tosca forma de reservarse en malo, el tercero.
Uceda Leal (pizarra y plata): silencio tras aviso y silencio.
Miguel Abellán (marfil y oro): silencio tras aviso y silencio.
Rubén Pinar (azul rey y oro): silencio y saludos tras aviso

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