RÓNICA.- Solo Arturo Saldívar destaca en una tarde decepcionante
La 'currovazcada'
Javier Hernández / Madrid tomado de burladero.com
La currovazcada es el nuevo término que acuñan los taurinos, cuando no está el susodicho delante, claro está. La currovazcada es una artimaña puesta en práctica por uno que fue torero, que fue consentido en Las Ventas, que hizo bramar a todo Madrid con victorinos, que llevaba por bandera la pureza del toreo y que ahora embarca el toro de Linares para la plaza que le hizo comprar un chalé.
La currovazcada la podría perpetrar el Lazarillo de Tormes, El Buscón de Quevedo o hasta el mismísimo Dioni. No es así en los toros. La currovazcada la comete un señor bien planchado, de aspecto serio y con olor a torero caro allá donde va. Se transmite vía móvil a la red familiar que trabaja en las dehesas de otros gobernándolas a su antojo durante un rato clave.
El fin de la currovazcada no es otro que embarcar un toro diezmado, un toro que va dos o tres escalones por debajo del nivel del coso en cuestión y que da más pena que miedo.
La currovazcada la conocen todos los que mueven el negocio taurino, pues no vayan a creer que ahora se acaba de descubrir. Las empresas la consienten porque el público de sus plazas quiere ver a Morantey, ya hace un tiempo, aCayetano. Los ganaderos se humillan ante ella para que su hierro (que no su toro) esté en los carteles de campanillas. Y el aficionado no solo la conoce, sino que la detesta.
La currovazcada no beneficia a nadie, pues Morante tiene categoría, valor, torería y poder como para cuajar al de la carretera. No beneficia al público, que ve cómo suMorantito maquilla con aroma de Loewe lo que huele a podrido, sino acuérdense del birrioso segundo de festejo, o del hermoso y tullido cuarto, incluso del escurrido y lavado tercero. La currovazcada tampoco beneficia a la empresa, que defrauda a sus clientes dos de cada tres veces cometida. Ni a la Autoridad, que se echa a temblar cuando la barrunta en el cartel.
La currovazcada beneficia a su inventor, que de consentido ha pasado a traicionero de valores en esta catedral de Madrid, porque la currovazcada halla su base en la vanidad que otorga la posibilidad de cometer el abuso de poder.
Morante, que es quien echa de comer a la currovazcada, defraudó por el invento este de la picaresca puesta en marcha sin un porqué. La currovazcada sirve para queMorante decepcione ante el impresentable e inválido segundo. O para que apenas deje tres esbozos de capote brillante, dos trincheras de cartel y mil pinchazos sin opciones de triunfar.
Talavante, víctima colateral y quién sabe si consentida, también defraudó. Tuvo primero un animal sin cuajo, sin remate, sin hechuras y sin personalidad. Esto pasa mucho en las corridas víctimas de la currovazcada, que las ves y no saben de qué ganadería son, cuando en Cuvillo se podrían escoger seis toros de veras marca de la casa, a distinguir entre mil.
También dejó resquicios de debilidad Talavante cuando el quinto sacó rabia e ímpetu de su descoordinada mansedumbre, y pareció sorprendido por un animal con el que no iba a poder, en dos tandas y no más. No fue así, pues Encendido, el quinto, se apagó como una cerilla a la orilla del mar.
Con el lavado tercero comenzó en estatuarios de aplomo ante el corretón animal, incluso provocó el ¡ay! en un cambio inesperado que concluyó en desarme. Luego todo fue una anodina sucesión de pases sin vida alguna.
La currovazcada trató de maquillarla Arturo Saldívar, el novato del cartel. Primero con el bonito y menudo abreplaza, que tuvo pitones y viveza por demás. Ese mexicano plantado de rodillas en el centro del redondel, ese toro díscolo que se va a por él, esos redondos de enorme valor y esas palmas sin brotar.
Saldívar dejó buena impresión en el toro de su confirmación, que, dicho queda, se movió con más ímpetu que fondo, con más locura que entrega. Hubo bemoles toreros y algún que otro enganchón de un toro con cabeza poco fijada y argumento para entretener. Pudo triunfar Saldívar, mas Morante con este tampoco se iba a poder ver.
Saldívar, empeñado en maquillar el pillaje y en decir aquí estoy yo, se fue a los medios otra vez con el sexto, plegó la muleta como lo hacía antaño el maestro Pedrés y se pasó rozando a Disparado, que hizo alarde en condición de su partida de bautismo. Fue emotivo y espectacular mientras duró, pues la faena se fue a menos con algún que otro tropezón. No obstante, deja Saldívar en alto su bandera de torero con pelés, probado en sangre como está.
Mucho hizo Saldívar por él y por enterrar un espectáculo menguado y marcado por la nueva jugarreta de un torero que fue amado aquí: la puñetera currovazcada.
Ficha del festejo
Plaza de Madrid. Quinta de Feria. Primer "no hay billetes", en tarde de sol y brisa fresca en la sombra. Seis toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación, con dos hermosos toros (1º y 4º), dos impresentables corridos en segundo y tercer lugares,y dos abierto de cuerna sin personalidad. Corrida de juego desigual también, con dos toros que se movieron mucho (1º y 6º) aunque sin terminar de entragarse y de enseñar fondo de bravos. Un segundo inválido y un cuarto afogonado. Con cierta clase el tercero, que no valió para este coso. El quinto sacó genio tras el caballo y en dos tandas de muletas, para apagarse después.
Morante de la Puebla (verde esperanza y oro): silencio y silencio tras aviso.
Alejandro Talavante (blanco y plata): silencio en los dos.
Arturo Saldívar (obispo y oro), que confirmó: ovación con saludos en ambos.
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