jueves, 26 de mayo de 2011

URDIALES TORIO BONITO PERO MADRID LO VIO INDIFERENTE ANTE UN TORO SIN MOTOR MORENITO PUDO CORTAR UNA OREJA PERO TODO QUEDO EN OVACION

Parecía mayo del 43, pura posguerra, donde la hambruna del pueblo había hecho mella en la cabaña brava, pues entonces se comían las vacas del señorito, muertas a traición si hacía falta. Con la merma del ganado de lidia cualquier cosa con cuernos servía para hacer corrida.
Es posible que hasta la Autoridad de 2011 esté convencida de que esto de la crisis ha hecho tanta mella como en aquel entonces la guerra incivil. Mira tú, que esto ya no va a ser casualidad, que por aquí no huele a figurón del toreo, ni a apoderado coqueteador, ni a presión de lo apruebas o me voy. Está claro, estos bichos tienen que pasar, señor presidente, pues queda mucha Feria y no habrá toros de Madrid en el campo... La crisis, ya sabe, que todo lo hace chico. Para adelante seis bichoslozaneros con el hierro de El Cortijillo.  
Los toros del 43 apenas importaban; igual se mataba un eral que un cinqueño, lo que hubiera por allí. En 2011, con esto de la crisis, ocurre igual. Por eso se lidia lo que se lidió. Si en el cartel hubiera figuras y Las Ventas fuese de madera, fuego que te crió. Los más viejos del lugar miraban el cartel: "Si es jueves, si novillada no es", decíaAnselmo. "No, no, es que hoy toca corrillada", replicaba el guasón de Ruperto.Félix, El Gato le llaman en la andanada del 2, rompió su silencio casi eterno tras picarse la segunda fiera: "qué malo es mi alzheimer, no me acordaba que estábamos en Toledo", sentenció.
"Calla, Gato, qué alzeimer ni qué Toledo. Esto es Madrid, Las Ventas, nada más y nada menos". "¿Cómo puede ser, si el toro es como de Toledo y se le rompe la punta en el peto, como también pasa en Toledo?".
"Recuerdo yo un toro como este insignificante segundo en mayo del 47 que le pegó una gran cornada a Manolete", explicó don Paco, que fue banderola en la cuadrilla de Angelete. "Tápate, Paco, que ya sabemos que hasta las cabras dan cornadas, pero esto no es...".
Y el insignificante toro de Toledo, despitorrado como si por cuerno llevase mantequilla, se puso a embestir por abajo y empujando, y Morenito de Aranda, su matador burgalés, a centrarse por medio del natural arrebatado. La emotividad de su estética garra pusieron las palmas a hervir en dos tandas bien ligadas. ¡Qué culpa tendrá el chaval de que el toro sea de Toledo! Y El Gato volvió a romper su silencio: "Si figurita no es ¿a quién culpamos porque hoy en Madrid se haya lidiado un toro de Toledo?". 
Don Paco, el viejo banderola de Angelete, volvió a sentenciar: "Pues a quién va a ser, a la Autoridad incompetente, que es quien aprueba o rechaza al funo, lo traiga o no la figurita de turno". Cuando el de Aranda se veía ya con una oreja en la mano, tras matar de estocada tendida, marró en dos descabellos, y el premio se le esfumó.
La discusión fue a mayores y, al salir el quinto, ya todos se creían enfermos de alzheimer. Razones tenían, y no es culpa de la maldita enfermedad. El bonito y coloradito tercero era como el toro que don Diodoro embarcaba para su Curro en Sevilla. El cuarto, tan lavado, como uno de tres hierbas y cuatro años en La Glorieta de Salamanca. Y el quinto, que en Málaga lo rechazan por sus estrechas sienes, aún con las puntas engatilladas. Este último parecía que hasta podía medio embestir, pero decidió frenarse sin humillar ante la muleta corajuda del Morenito burgalés.
Prueba evidente de la sanidad mental del tendido jubilar fue su largo charlar cuandoDiego Urdiales componía la figura ante sus dos inexistentes enemigos. Tiempo les dio a repasar las décadas de los 60 y 70 en tan largo trastear. No cabía otra cosa en el papel de Urdiales que fuese justificarse, abreviar y matar por arriba. Los primero lo hizo siempre; lo segundo lo evitó; y lo tercero lo consumó con bien frente al cuarto, perdiendo pie en susto inesperado.
Con Tendero, que no es Curro ni estaba en Sevilla -aunque su primero fuese el precioso toro de allí-, se aburrió el tendido jubilar y hasta el del carnet de estudiante. El hombre lo intentó, cómo no, hasta comprobar que su San Isidro más importante se le escurría de las manos entre la indiferencia general.

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