lunes, 23 de mayo de 2011

SERAFIN MARIN MUY VALIENTE DANDO VUELTA AL RUEDO Y CORNADA A IGNACIO GARIBAY EN LAS VENTAS

Había una vez un coso que llenaba la piedra desnuda de las tardes abrileñas cuando mayeaba el año, y vestía de colores el frío hormigón para ver desfilar ante la multitud a los héroes de cuentos de hadas que veían guapos en los papeles y deseaban ver humanos al cambiar por realidad el engañoso cuché. Había una vez un inmenso círculo de arena, rodeado de exigentes fedatarios de la verdad de los cuentos, que resumían sin rubor la esencia de su espectáculo en el término "interés".
Y ese coso, vestido de mil galas, aplicaba el calificativo de "interesante"  a los espectáculos por él decididos, aceptando como verdad únicamente la que salía de sus líderes espirituales y defendiendo sus postulados no por buenos, sino por suyos.
Así ocurrió una tarde de mayo, cuando salieron a la arena cinco toros de Partido de Resina con presentación de muñeca rusa, falta de seriedad en la presencia, uniformidad en el avieso comportamiento y 150 kilos de diferencia entre el más y el menos pesador. Impecable la presentación a juicio de un coso que se partió las manos por dos veces cuando salió Morito, un buey de casi 700 kilos, como sacado de un viaje del gigante Gulliver. Como si en la plaza hubiese algún buen aficionado que no supiese cuál iba a ser su comportamiento.
Ante este mozo se asentó Ignacio Garibay, con tres años sin torear en España, mucho toro mexicano a sus espaldas y poca costumbre de ponerse delante de bueyes de carretas que suelen ser personajes secundarios en los cuentos de toda la vida. Pero no en el cuento del interés, donde son protagonistas y hasta queridos entre los oyentes, y en los palcos de la autoridad, donde el alguacil de la narración mira hacia otro lado y ordena su lidia a pesar de claudicar descaradamente y buscar más el yugo que la franela
Por eso, en el cuento del interés, un hombre sin nada que perder se inmola ante la mirada reservona sabiendo que nada tiene que ganar con ello, y toca fuerte para eludir las miradas conocedor de que no hay gloria tras la embestida topona y seca que le abre las carnes sin más recompensa que haber agradado a los que escriben el artero cuento del interés.
Porque tras el interés se escondió una corrida mal disfrazada de venerable abuela como el lobo de caperucita, con sus cárdenas sienes hacia arriba y mostrando las arrugas en su degollada papada que más parecía de vieja bruja. Mentirosa comoPinoccio, como fue el tercero en la muleta de Sergio Aguilar, donde simulaba humillar para salir del trazo con los pitones en la garganta. Y el torero se justificó con series sin ritmo ni compás porque nunca se utilizaron esos términos en el cuento del interés.
En él tampoco se chista la presencia del enfermizo sexto, con apariencia de vaca vieja, estrecho de caja, escurrido de carnes y carente de culata en su anatomía de veterano galgo. Ante él, un Aguilar buscando con ahínco la faena ante el incierto y reponedor pasar del bicho, que sólo resultó aburrido para los que no entienden el cuento del interés.
Sí pertenecen al cuento, sin embargo, los esfuerzos de Serafín Marín por arrancar el pelo a un Joyero que llevaba el traje nuevo del emperador, tan transparente que fue igual de malo que de feo, vareado y lavado de cara, como se admiten los funos en el cuento del interés. Firme y agarrado al piso, el catalán no pasó de interesante por jugarse la vida con negro horizonte de invisibles premios y una Tizona rota que nunca tuvo príncipe alguno en el país de Nunca Jamás.
Pero en el cuento del interés también hubo malos de la peli, que humillaron, derramaron nobleza y hasta tuvieron calidad. Salieron en los dos primeros actos y lucían hierros que el coso siempre tuvo por carentes de interés.
La Cenicienta fue el primero, de Nazario Ibáñez, con embestida y ritmo mexicanos que el mexicano no siempre supo templar. Y la Bella Durmiente fue el sobrero de Los Chospes, despierto y vivo en la muleta de Serafín en tres tandas de suave arrullo que el catalán hizo más cortas de lo debido para conservar su vigilia. Aún así,Desestimado echó la persiana y se fue a dormir para guardarse la entrega, olvidarse la codicia y dejarse la casta en algún lugar del ruedo que ya nunca volvió a pisar. Aunque todavía sirviese para jugarse la estocada a matar o morir, porque en los cuentos de hadas tienen premio las gestas, y aclaman las gentes al valiente protagonista en su paseo por el anillo, pero este acto no casaba con el cuento del interés.
Porque el cuento del interés no tiene moraleja ni afán instructivo. Sólo entiende de pseudoelitismo de un sector que se empeña en convertir en santo al lobo de los tres cerditos, y en exigir a la empresa corridas que no embisten, no vaya a ser que los malos malosos que defienden el toreo se lleven al agua el gato y se acabe el cuento interesante en favor de la novela de la verdad.
Ficha del festejo:
Plaza de toros de Las Ventas. Toros de Partido de Resina. 
Ignacio Garibay: silencio y ovación.
Serafín Marín: vuelta al ruedo y silencio.
Sergio Aguilar: silencio y silencio.
Parte médico de Ignacio Garibay: Ha sido atendido en la enfermería de una herida por asta de toro en tercio medio del muslo derecho de 25 centímetros que causa destrozos en músculos tensor, vasto y recto, salida tercio superior. Pronóstico grave. Firmado: Doctor Máximo García Padrós.

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