La corrida no era de toros. Era de bichos zancudos herrados como machos y como ganado de lidia. Pero, en verdad, eran hermafroditas. Ya el primero lusitano resultó rarito, con su papada degolladita, con su chepita particular y ese culito pollo. El segundo, ni toro era, sino rata vergonzosa pasada con el camelo de un encantador de serpientes que las cría y dice a las 12: "esta es mi apuesta". ¿Tu apuesta? Será tu forma de cobrar un toro de Azpeitia al precio de los de Madrid.
Esa rata vergonzosa que se va con pañuelo verde tras derrumbarse sin disimulo. Y ese buey castrado, que no sabe bien si el animalito es toro o vaca, se siente atraído por la novedad y se le sube encima. Rarezas del sexo, con las que hasta a un castrado se ve viril. El tercero llegó con DNI de varón. Así pasó las pruebas veterinarias, por toro macho, pero cabe pensar que el bicho pisó la misma clínica queLa Veneno. El cuarto, macho en su apariencia, largo como un tren, ni siquiera fue toro, pues momia fue. El quinto, 650 kilos en la tablilla, simple carne asexuada, sin perfil, sin trapío, sin aspecto varonil...
Y, para colmo, el sobrero sexto fue un camaleón que ni de la arena se distinguía. El camaleón de Aurelio Hernando, con abono completo para todo San Isidro tangándole una tarde, sabía que él, de hermafrodita, nada de nada. Él era macho de los pies a la cabeza, aunque fuese un camaleón. De ahí que volviese a chiqueros hasta tres veces después de asomar al ruedo en la corrida hermafrodita, donde se sentía fuera de lugar.
Fue justo en ese instante, entre el cambio del tullido hermafrodita portugués por el macho camaleón, cuando estalló la gran ovación de la tarde. No se la llevó Bolívar, niCortés, ni Mora. Ni siquieraFlorito, como es costumbre. La gran ovación de la tarde se la llevó el abuelo de los abuelos, que se sintió macho entre tanto hermafrodita hasta colocar su virilidad entre dos hermosas gemelas rubias y guiris, allá en la andanada del 8, donde un macho que ya no cumple los 80 decidió cambiar a lospalhas por las palas de ellas dos. Aquello era un clamor. Todos pensando en hacerlo y fue el abuelo quien consumó la sexual idea. Fue la faena de la tarde y el abuelo, el triunfador.
Y es que Bolívar se mostró espeso con el culipollo primero que, caminador y dormidete, humilló despacioso para aparentar ser mejor. Caminó cansino hacia el caballo, donde el generoso matador quiso lucir lo inlucible en la hermosa suerte de su picador Ismael Alcón. Luego mostró tesón, espacios, paseos, y apenas si arrancó tres lentos muletazos a tan pausado caminar en más de diez minutos de trasteo, pues el aviso llegó sin coger aún la tizona. Su segundo, el cuarto, resultó todo un mulo, como buen hermafrodita.
Salvador Cortés pechó con el sobrero que sustituyó a la rata inválida, a la gran apuesta del ganadero. El remiendo, de Carmen Segovia, se contagió del ambiente enrarecido, sacó estilo de mulo, atolondró al matador sevillano y ambos firmaron un sainete de campeonato. Ni el uno, ni el otro. Ni el uno sabía embestir, ni el otro qué hacer sin desesperar.
Con la carne muerta de 650 kilos en la tablilla, mucha carne de lidia sin trapío, Cortéstampoco supo maquillar su lógica empanada, pues nunca había probado esto de tener que lidiar una corrida hermafrodita en Las Ventas.
Lo de David Mora fue diferente. Él sí estaba acostumbrado a esto de trastear toros hermafroditas y camaleones machos, como su sexto, el sobrero. Lo había hecho en las capeas de pueblo, el destino lógico de estos toros, que es donde iban antes. Antes de que un encantador de serpientes los vendiese con su melodía torista al son de fado. Por eso Mora, curtido en aquellas capeas, sacó su lección aprendida en la guerra, se plantó de macho, se ciñó chicuelinas en quites, se arrimó sin cuidado al hermafrodita tercero y hasta dibujó algún buen trazo con el camaleón sobrero, el más toro, al que aguantó parones en la barriga. Y como en las capeas no se aprende a matar, dejó la asignatura suspensa.
Así son las corridas hermafroditas, donde el toro no es macho ni es toro, el torero una simple víctima del encantador de serpientes lusitano y donde un abuelo bien viril se convierte en triunfador por plantar sus rugosas manos entre dos hermosas guiris.
Para ver esto, la verdad, hubiera preferido una currovazcada.
Ficha del festejo
Plaza de Madrid. Vigésimo tercera de San Isidro. Casi lleno, en tarde de sol, viento que molestó a los toreros y también al público, porque corría con aire frío. Cuatro toros de Palha (1º, 3º, 4º y 5º), feos, algunos grandes y sin trapío. El primero caminó humillado en el tercio de muleta y hasta pudo ser el menos malo. El resto, deslucidos y sin casta. El segundo fue un sobrero de Carmen Segovia, que sustituyó a uno chico e inválido de los titulares, deslucido. El sexto, sobrero de Aurelio Hernando, un jabonero corraleado, se dejó hacer en comparación con el resto.
Luis Bolívar (fucsia y oro): silencio tras aviso y silencio.
Salvador Cortés (nazareno y oro): silencio tras aviso y pitos tras aviso.
David Mora (celeste y oro): silencio y ovación.
Cuadrillas: Destacó el valiente tercio de banderillas al segundo interpretado por Juan José Domínguez y Pedro Mariscal.cronica de burladero de javier hernandez
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