La Ley de la Puerta Grande está para cumplirla. Y se cumplió. La Ley dice que una oreja concedida tras petición mayoritaria sumada a otra de idénticas cualidades es igual a Puerta Grande en Madrid. La Puerta Grande de César Jiménez cumple la Ley, sea de ley para unos y de jarana para los otros.
Le Ley de la Puerta Grande es igual para todos. Una más una, igual a gloria. ParaCésar Jiménez, no. Para César Jiménez, una más una es igual a salida en hombros bajo discusión. Lleva tres así. Pensará que la gloria es eso. Al bueno, buenísimo,Rodalito lo llevó donde menos viento hacía, al 5. Y allí comenzó de rodillas, le dio los frentes, clavó las zapatillas, corrió la mano, la dejó puesta y por delante, giró talones sin huir, usó más los vuelos que los toques bruscos, se encajó en los riñones, seespatarró con entrega y dibujó dos tandas de corte superior. Lo contrario sería mentir. ¿Que el toro era de dos? Puede. ¿Que fue tremendo toro? Lo fue, aun saliendo con la carita natural por el derecho. Pero la oreja es oreja que cumple la Ley en vigor, sin robar a nadie, refrendada, además, con rotunda estocada.
Con el sobrero quinto llegó la gran discusión, lo que César Jiménez piensa que es la gloria de Madrid. Fuerte y apretado el de Carmen Segovia, un pavo berreoncete y sin fondo, que humilló solo por equivocación, que se administró en tandas cortas y espaciadas, otra vez el torero usando los frentes y no los perfiles. Como el sobreroSoldadito, treintaytres hubo en la Feria. ¿Que le cortaran una oreja? Uno o ninguno, mire usted. La plaza casi entera aprobaba el trastear corajudo y plástico de Jiménez, los del 5 y el 6 aplaudían como si no se hubiesen visto en otra ¿Y los del 7? Callaban o reprobaban según su educación.
Parecía acabarse Soldaditocon su vulgar caminar y su lengua afuera, pero a César todavía le dio el pulso para firmar la mejor tanda de una faena casi inventada, rematada con el del desdén. Se veía venir el lío. Como le meta la espada esto puede arder. La metió atacando por derecho y la plaza entró en guerra porque se cumplía la Ley. Se otorgarba la oreja pedida en mayoría, sumada a la otra pedida en mayoría. Puerta Grande.
Y el tendido 7, el de los entendidos más entendidos. Ese tendido 7 convertido en La 2, la tele de los cultos, la que todos vemos -o eso decimos- a la hora de la siesta. ¡Ignorantes, ignorantes! Clamaba el 7. ¿Ignorantes? ¿Y por qué? Preguntaría Mourinho. ¿Pero no veis que se va por la Puerta Grande? Lo vemos. Pero las dos orejas son de Ley. ¿Habrá que cambiar esa Ley? Desde luego, si lo que se busca es la verdadera gloria por la calle de Alcalá.
Lejos de semejante discusión pasó amarga tarde Eugenio de Mora, una tarde toledana. Su primero, un barrabás de cuidado para quien quiere seguir viviendo, caso de Eugenio. Hachazo por aquí, otro por allí. Cualquiera paraba quieto a sabiendas de que tus quince corridas televisadas no van faltar. ¿Y con el cuarto? Otro barrabás. El año que viene, más.
Javier Cortés sí tuvo suerte. No con su lote, malo y espeso a más no poder. Sino porque se hizo el quite de riesgo de la Feria cuando cayó derribado y echó su muleta al viento para evitar la cornada. Evitó la cornada en ese acto reflejo, aunque en la ciencia y en la conciencia casi la buscó. Se jugó los muslos una y otra vez ante dos bichos sin opciones, ante la indiferencia general, trazó su muleta rastera y estoica para no recibir ni una palma a la voluntad. Otra vez será, aunque no disponga de quince corridas televisadas.
César Jiménez se fue por la Puerta Grande. Una Puerta Grande de Ley, de la Ley que está en vigor. Para los listos, para los ignorantes y para los otros.
Ficha del festejo
Plaza de Madrid. Vigésimo primera de San Isidro. Casi lleno, en tarde de nubes y claros, con viento que en ocasiones molestó a los toreros. Cinco toros de Peñajara, correctos de presencia y de juego deslucido y complicado, salvo el segundo, Rodalito, que fue un gran toro. El quinto fue un serio sobrero de Carmen Segovia, que sustituyó a uno flojo y sin trapío del hierro titular, y que, sin emplearse y sin fondo de calidad, se dejó.
Eugenio de Mora (caña y oro): silencio en los dos.
César Jiménez (azul rey y oro): oreja y oreja.
Javier Cortés (nazareno y oro): silencio en los dos.
Cuadrillas: Destacaron en el tercio de banderillas del quinto José Daniel Ruano y, sobre todo, Jesús Arruga, que saludaron montera en mano
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