La
Muerte de un Torero!
Escribo
desde el dolor que produjo a toda la familia taurina, aficionados y
profesionales, ver en directo la muerte de Víctor Barrio el pasado 9
de junio, herido fatalmente por un toro de Los Maños, durante una
corrida celebrada durante la Feria del Ángel de Teruel.
Cuando muere
un torero en la plaza, muere una parte de la humanidad. Manolo
Martínez, el más grande de los toreros mexicanos de los últimos 50
años, sostenía: “La Tauromaquia es un rito ancestral que
representa la eterna lucha del hombre con la naturaleza, en el que el
hombre representa a la humanidad y el toro representa a la
naturaleza”.
En la mayor
parte de los casos vence el torero al imponer las virtudes que
encarna el ser humano como ser superior de las especies, dotado de
una gran inteligencia, lo que le permite librar a su favor esta
desigual lucha, en la que vence a un animal caracterizado por ser uno
de los mas fieros del universo.
Esto le da
un carácter simbólico a la confrontación, pues el toro ha sido
para muchas culturas durante toda la historia, sinónimo de fuerza,
poder, fertilidad, nobleza y bravura. Tanto es así que su imagen se
ha mitificado, pintado, esculpido e incluso idolatrado como objeto de
culto.
Pero hay
algunas ocasiones en las que vence el toro. Y cuando esto ocurre es
la humanidad la que resulta vencida por la naturaleza, como ha
ocurrido en infinidad de situaciones. Con ello, la naturaleza nos
recuerda que somos falibles y que aunque seamos seres dotados de
extraordinarias virtudes, ella, la naturaleza es más fuerte y
poderosa.
La muerte
del torero es la muerte del valiente, del inteligente, del soñador,
del hombre generalmente joven, del diestro, del sacerdote escogido
para celebrar este maravilloso rito y representación, que nos
retrotrae a los tiempos en los que desde los orígenes mas remotos
del hombre, éste se ha enfrentado al toro, es decir a la naturaleza.
Esto lo
entendían perfectamente las sociedades que nos han precedido, y la
muerte del torero causaba en ellas estados de tristeza y melancolía
que era la consecuencia de haber perdido uno de los mejores. Pero si
además quien moría era una de las figuras del momento, las
manifestaciones de dolor y postración alcanzaban niveles de
auténtica conmoción y luto social, que en algunos casos se
convertían en estados de depresión colectiva, que sólo encuentran
explicación en los textos de psicología social.
La muerte
entre otros, de Pepe Hillo, Manuel Granero, José Gómez Ortega
“Joselito”, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, y más
recientemente la de Francisco Rivera “Paquirri”, causaron
auténticos acontecimientos, en los que el dolor se extendió por el
tejido social con especial intensidad, porque la sociedad entendía
que perdía uno de sus héroes mas representativos.
La historia
de la Tauromaquia esta llena de estampas de estos hombres que
entregan su vida por sus sueños en el ejercicio de su profesión, lo
que la ha engrandecido y ha hecho única entre las artes. Y a veces
el destino nos repite esta desagradable sorpresa, como para
recordarnos que este sacrificio tiene un costo altísimo en el que
los que lo recrean pueden perder todo, incluso su propia vida.
Hoy estas
modernas sociedades urbanitas, mas avanzadas, especialmente en la
ciencia, la medicina, las tecnologías y las comunicaciones, en las
que la muerte de un torero se pudo ver en directo, nos han
convertido, inexplicablemente, en sociedades más insensibles, que no
llegan a entender la profundidad del drama taurino, que se repite una
y otra vez en las plazas de toros. Es esta la “sociedad del
conocimiento”, con un océano de extensión, pero con un centímetro
de profundidad, que no ahonda en las raíces de nuestras culturas
para su mejor comprensión. Son los costos del progreso y la
Tauromaquia, con sus anclajes milenarios, no ha podido escapar a
ellos.
En esta
ocasión, ya no sólo el impacto no es el mismo. Es que como hemos
visto, se ha permitido el crecimiento de una corriente del
pensamiento en el que se aloja una parte de la sociedad, que lejos de
interesarse en las profundas raíces y misterios de la Tauromaquia,
se emplaza en la defensa de los animales, al extremo de llegar a
producir auténticos monstruos que celebran la muerte del Torero!! y
lo que aumenta aún mas nuestro dolor, insultan, vejan e injurian a
su viuda, familiares y amigos.
La
responsabilidad de haberlo permitido está en quienes desde el
ejercicio de sus más altas responsabilidades políticas, no han
asimilado que la Tauromaquia es una representación que trasciende
cualquiera de las Bellas Artes y forma parte del Patrimonio Cultural
Inmaterial más profundo de nuestras sociedades. Ellos son los que
tienen que actuar de inmediato en defensa de la Tauromaquia y contra
aquellos delincuentes sociales.
También en
América, dónde la Tauromaquia está profundamente arraigada, se ha
sufrido en los dos meses recientes, la muerte de dos toreros, Renato
Motta en el Perú y Rodolfo Rodríguez “El Pana” en México. El
primero pletórico de juventud, el segundo plena madurez. Ha sido su
contribución a nuestra historia eterna. Ellos han pagado con su
sangre el costo de esta noble y profunda representación.
Por ello es
a los toreros a los que les han dedicado obras los escritores, poemas
excelsos los poetas, pinturas célebres los pintores, esculturas
maravillosas los escultores, óperas y piezas bellísimas los músicos
y compositores, dramas singulares los actores y profundos estudios
los tratadistas. Por esto es cultura con letras mayúsculas, por si
alguien lo dudara. No ha ocurrido lo mismo con deportistas o artistas
de otras disciplinas, ni con informáticos o cibernautas por más
grande que haya sido su aporte al mundo de la sociedad de la
información; a estos, eso sí, se les ha compensado con cifras
incalculables, que parece que es lo que importa en este mundo nuevo.
La Muerte de
un Torero es algo más que la muerte de un ser humano, es la muerte
de un trozo de nuestra Tauromaquia, pero también es la muerte de un
digno representante de nuestra humanidad.
William
Cárdenas Rubio
Presidente
AIT
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