Ir o no ir. He aquí el dilema ecuatoriano. Con la calavera en la mano del toreo del toro que no es de muerte, se nos plantea, más allá de la las declaraciones idílicas de Sancho Dávila a este medio, si los toreros españoles han de ir aQuito a no han de ir. Se nos ocurren varias razones para ir. Pero casi todas ellas benefician a una parte. A la gente del toro de Ecuador. A la empresa de los Salazar sobre todo. A los ganaderos que lidian, a los toreros que torean, a los miles de aficionados que acuden año tras año al coso de Iñaquito. Esa parte de tres patas se verá beneficiada de la presencia de los españoles. Podríamos detenernos ahí, pero sería incoherente, irresponsable y hasta decadente.
Desde ese mismo argumento de beneficio me pregunto qué reacción han de tener aquellos a los que se les privó de una esencia, la muerte del toro. Me pregunto si los ganaderos de ese país, gente casi toda de posibles, si la empresa de los hermanos Salazar, gente de muchos posibles, y un gran núcleo de aficionados y abonados, con posibles, no han de conjurarse de forma pausada y talentosa ante una cuestión quien va más allá del golpe de efecto del señor Correa, presidente de ese país. Si todos ellos no deberían analizar que una cerilla prende un fuego. El de la no muerte del toro en América. No olvidemos los movimientos en Venezuela y hasta en México. Y que Lima (Perú) es una isla.
Me pregunto si un responsable político puede concederse el lujo de que no haya en Quito una feria que tanto dinero deja, tanta buena imagen internacional y nacional deja, tanta felicidad deja. Me pregunto si todas esas partes beneficiadas no podrían haberse reunido para decidir, como un sólo grupo de talento, qué hacer. No mirar un interés de un año, mirar el interés, analizar la dignidad, decidir sobre el ser o no ser. Sin imposiciones ni trucos. Si la fuerza de Quito es real, creo que sí, hay que usar esa fuerza. No emplearla es pan duro de hoy y hambruna del mañana. El toreo es futuro o no lo es. Es arte, espectáculo, cultura, riqueza, para el futuro o no lo es. Hoy nos quitan algo que mañana será el todo.
Me pregunto por qué el gobierno de Correa no ha ido de una vez contra el toro y el toreo. Por la fuerza de Quito. Me vuelvo a preguntar por qué no se usa esa fuerza y cómo hay que usarla. Hay algo casi infantil, sin duda bien intencionado en Sancho Dávila: que si se da la feria será una manifestación en contra de la decisión de no matar al toro y que regresará esa suerte. La experiencia dice que en ciertos lugares manifestarse es pueril. Me pregunto que sucedería si todos los ganaderos, todos los toreros españoles y nacionales, todos los aficionados de buena posición y de poder se reúnen en Quito, Ecuador, sin toros, manifestándose en televisiones, en las calles, en las plazas, en los foros. Sí. Ir a Quito a decir basta. Yo iría a Quito a decir basta. Y sólo cuando el remedio fuera, realmente, peor que la enfermedad, se claudicaría. No antes.
Lo de los bueyes regresando a un toro sangrante es de una hipocresía tal que ese regreso es el principio de lo que nunca más regresa cuando se pierde: el respeto.tomado de mundo toro
No hay comentarios:
Publicar un comentario